lunes, 6 de septiembre de 2010

Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas

Luego de veinte años de trabajo consecutivo, que comenzaron con la publicación de su primer libro en 1989, Triunfo Arciniegas (Málaga, Colombia, 1957) es un clásico ya de la literatura infantil colombiana, y por ello merece un justo reconocimiento, acompañado de una valoración crítica de su obra literaria para niños.


Best sellers como Las batallas de Rosalino, Los casibandidos que casi se roban el sol, Caperucita roja y otras historias perversas, pero sobre todo las escritas en los últimos años, como Yo Claudia, La hija del vampiro y el estremecedor El árbol triste, anuncian un Triunfo Arciniegas que se plantea nuevas exigencias estéticas y la búsqueda de una configuración literaria cada vez más depurada.


Reconocido por escribir historias hilarantes, que dialogan intertextualmente con obras clásicas de la literatura infantil, el humor satírico –en muchos sentidos heredero de Swift y de Augusto Monterroso– le ha servido para cuestionar valores y convenciones hipócritas, pero también y fundamentalmente para invitar a los niños –y en general a sus lectores– a encontrar el lado desafiante del lenguaje: “Mi humor es puro veneno. El humor permite decir ciertas cosas, abrir las ventanas que el pudor mantiene cerradas. El humor (no la vulgaridad de cantina) es un ejercicio de la inteligencia”.


Arciniegas es magíster en Literatura por la Universidad Javeriana de Bogotá. Ha ganado el Premio Enka y el Premio Nacional de Literatura. Es profesor y fotógrafo, dirige grupos de teatro para niños y viaja de modo intermitente por América Latina hablando de literatura.




¿Cómo fue la niñez de Triunfo Arciniegas en Málaga y Pamplona?




Desgraciada. No quiero ahondar en las desdichas que vienen con el alcohol y la miseria, pero debo precisar, en primer lugar, que mi niñez, pozo eterno e inagotable, es y seguirá siendo Málaga. Ya era un lector entonces, ya era un solitario y atrapaba pájaros con cauchera y sombrero. Mi niñez terminó precisamente cuando papá decidió que nos fuéramos a vivir a Pamplona. Dejé en Málaga al primer gran amor de mi vida: mi abuela Emperatriz. Qué arrogancia, ¿verdad? Soy Triunfo, nieto de Emperatriz. Ni ella ni yo decidimos nuestros nombres. Ella vivía de lavar ropa ajena, y yo apenas soy un pobre bebedor de relámpagos. Mantuve con mi abuela una relación afectuosa, poética y comercial. Durante la semana memorizaba coplas. Se las declamaba el domingo y ella me enviaba a entregar un traje recién lavado y planchado y con el peso que recibía del dueño entraba al cine. Poesía con poesía se paga. Pero entonces mi papá, con ese corazón de gitano, decidió una vez más que nos íbamos de Málaga. Ya habíamos vivido en Sogamoso, Belencito y Ragonvalia. Me fui a Pamplona por un sendero de lágrimas y comencé a escribirle a mi abuela largas cartas, con ilustraciones, y sin respuesta, por supuesto. Una tía se encargaba de la lectura. Cuando se me agotaba el tema, inventaba. De ahí vengo, de las cartas a mi abuela. Pamplona era entonces más frío que ahora y el viento nos mordía las orejas. Para colmo, llegamos a vivir en la parte alta, detrás del cementerio. Una vez vi enterrar a un pobre sin cajón, en la tierra cruda. Como había llovido, al caer en el hueco, el cuerpo salpicó a los presentes. En esa atmósfera desolada, ante las montañas peladas y sin un solo amigo, me refugié en la lectura de los libros y pronto empecé a escribirlos. En los primeros años todavía atrapaba golondrinas.




1 comentario:

  1. Muy bien por los datos de Triunfo Arciniegas, me gustaría ver actividades donde podamos interactuar, juegos, ejercicios, etc.
    Felicitaciones por el blogs.

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